Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2010

AL LÍMITE

Ha muerto Dennis Hopper, uno de esos personajes tan adorables en el cine como seguramente temibles en una noche de juerga. Hace poco hablé de él y de su personaje en “Terciopelo Azul”, la película de David Lynch. Un loco que se metía el cordón de una bata de terciopelo en la boca no lo puede interpretar todo el mundo igual; él era distinto. Es curioso porque, justamente ayer, lo pude ver en “Waterworld”, esa especie de imitación de “Mad Max” pasada por agua que se convirtió en un desastre para Kevin Costner. Allí estaba Hooper, haciendo de malvado, con un cigarrillo y una botella de Jack Daniels en la mano. Simplemente él mismo. Único. Sin lugar a dudas, donde más me gustó Dennis Hooper fue en esa gran película por todos conocida y premiada en Cannes, “Easy Rider” (1969), que dirigió y protagonizó. Junto con Peter Fonda y Jack Nicholson, arrancó una nueva forma de ver el cine. Era distinto, puesto que enraizaba con el movimiento contracultural de la época con sus pelos largos, dro

"Un mundo feliz" de A. Huxley

¿Qué es la felicidad? ¿Cuándo, en el devenir de nuestras vidas, podremos considerar que hemos llegado a este estado? Me pregunto a veces si la felicidad sería, como creemos en la economía de mercado, un estado pleno comprado con dinero o, sin embargo, un mundo sin preocupaciones vivido con salud a pesar de estar tieso. Ahora que hay crisis (siempre las ha habido y siempre las habrá en un sistema que se basa en acumular riqueza en pocas manos), las mentes pensantes se dedican a plantear alternativas espirituales con el intento de crear otro mundo. Pero… ¿sabemos cómo sería ese nuevo sistema? Muchos autores escribieron sobre las antiutopías, esos mundos perfectos que resulta que no lo eran tanto. Aldoux Huxley, en “Un mundo feliz”, ya nos retrató una sociedad que a priori podría resultar la cima de la civilización. Estratificada de forma estricta desde el nacimiento, nadie se cuestionaba el sistema, todos eran felices con la vida que les había tocado. Cuando se agobiaban algo, dis

Disfrutando de la serie "Perdidos"

No conozco en mi haber, como consumidor impulsivo de libros, películas y algunas series, una adicción tan grande como la que me ha provocado la serie “LOST”. Tardé en empezar a verla, fue allá por el verano de 2009, en el que se inició su retrasmisión intensiva en Cuatro los domingos por la tarde. Quedé rápidamente atrapado en esa especie de intriga filosófica, con sus guiños a libros como “El Señor de las Moscas”, “Otra vuelta de tuerca”, “Una realidad aparte”, el famoso cómic de Moore “Wacthmen” y, por extensión, temas como la religión, la metafísica, la solidaridad, la amistad…Un universo fantástico. Entre los personajes, no podría elegir sólo a uno. Me quedo con varias características de algunos. Me quedo con el misticismo de Locke, con la soledad rebelde de Sawyer, con los conocimientos de Sayid, con la inocencia bonachona de Hugo, con el talento musical de Charly, con la capacidad de amar de Desmond Hume, y cómo no, con la intensidad y el drama que le provoca ayudar a los

SED DE SABER

Pasa, a menudo, que no terminas de encontrar tu camino. La música con la que disfrutabas antes ya te gusta menos; los libros que leías con avidez, no te dicen las mismas cosas que la primera vez que cayeron en tus manos; las personas parecen otras con los años; todo cambia, fluye, como diría Heráclito, y nada permanece. Dinero, libertad, fama, Amor… ¿Qué mueve el mundo?, ¿qué nos motiva? No podía faltar, ya que hablamos de búsqueda de la verdad o del sendero que debería llevarnos a nosotros mismos, citar a “Siddharta”, el mítico libro (entre otros muchos) de uno de los más grandes, Hermann Hesse. Siddharta abandonó la vida familiar, a su padre, un Brahmán, para convertirse en asceta. Aprendió a ayunar, a pensar y a esperar. Vio, junto a su amigo Govinda, al mismísimo Gotama Buda, pero no encontraba su camino. Se ofreció a los brazos de la cortesana Kamala, probó la riqueza, probó la ambición y el juego. Pero no encontró el camino. Refugiado con un barquero, se dedicó a escuchar al río

VER LA VIDA

Tradicionalmente se ha dicho que no hay más ciego que el que no quiere ver; otras, que preferimos no darnos cuenta de lo que nos rodea por esa idea siempre presente de que mejor no saber: seremos más felices. Coger distancia del mundo es ver cosas que no nos gustan y eso, en ocasiones, puede provocar desasosiego. Sobre los problemas que tenemos en esta sociedad, ver y otros temas de interés, trata el genial libro del Premio Nobel portugués José Saramago, “Ensayo sobre la ceguera”. En él, una especie de epidemia asola a la población. Todos empiezan a quedarse ciegos, una ceguera blanca como la leche. Por miedo a los nuevos “apestados”, estos serán encerrados en cuarentena y, allí, se verán obligados a sobrevivir, a luchar, a asociarse, a morir. No todo el mundo está ciego en esta especie de cárcel de seguridad médica, una mujer, esposa de un médico, engaña a las autoridades y dice que también está enferma para poder acompañar a su marido. Puede ver y, por lo tanto, sufrir aún más al da

¿QUIÉNES SOMOS? ¿DE DÓNDE VENIMOS? ¿ADÓNDE VAMOS?

Las preguntas que tradicionalmente se planteó la filosofía siguen todavía sin responderse o, por lo menos, no para satisfacer a la mayoría de nosotros. Cada día desencadena, entre el estrés de la vida moderna y el espejismo de la cotidianeidad, una serie de reflexiones obligatorias: ¿es esto para lo que estoy programado?, ¿puedo cambiar?, ¿cuánto me queda? En la obra maestra de Ridley Scott, “Blade Runner” (1982), basada en el libro de Philip K. Dick “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, se plantean esta serie de cuestiones en los replicantes, robots muy semejantes a los humanos y creados para servir a éstos últimos. Al cabo de los años, estos replicantes son conscientes de sí mismos y pueden volverse peligrosos; por ello y para evitar problemas, sólo viven cuatro años. Cuando un replicante se escapa, se da orden de eliminarlo, tarea para la cual se cuenta con una policía especial: los Blade Runners. En la película se escapan cuatro que, entre otras cosas, buscan respuestas

TRES RELATOS DE CORTÁZAR

Hay días en los que vives momentos, sobre todo para un medio friki como yo, en los que cada cosa te recuerda un libro, película, serie o algo por el estilo. Vives una especie de realidad paralela influido por personajes ficticios, pero que muchas veces son tan reales como la vida misma. Un día de esos, se conjugaron varios elementos para que me viniera a la cabeza Julio Cortázar (1914-1984), el genio argentino autor de “Rayuela” y de innumerables relatos. El primero de ellos fue cierto colapso de coches en la ciudad. Tampoco era muy grande pero, por el ruido de los cláxones, parecía que la vida se iba en él. Por eso, recordé el relato titulado “La autopista del sur”, en el que un atasco de dimensiones bíblicas atrapa a millares de personas a la entrada de París. El tiempo pasa y hace falta comida, abrigo y agua, por lo que se monta una especie de campamento de supervivencia. Si por cinco segundos mis compañeros de carretera se desesperaban, me hubiese gustado ver a esta misma gente vi

Universo David Lynch: repaso a algunas de sus películas.

Un día, un buen amigo mío y compañero de la facultad me recomendó una película de un director norteamericano del que yo no había oído hablar antes. El realizador en cuestión era David Lynch (1946) y la película, “Mulholland Drive” . Trataba de una mujer que sufre un accidente y que se refugia, totalmente amnésica, en casa de una muchacha, interpretada por Naomy Watts. Esta perdida víctima del siniestro lleva unas extrañas pertenencias en su bolso: fajos de billetes y una llave azul; llave que será de interés para la trama. La película va manteniendo el suspense hasta que, de golpe y porrazo, da totalmente la vuelta. Todo cambia, nada es lo que parecía. Lo flipé. Cuando terminé de verla en ese ordenador antiguo que tenía en casa de mi abuela y que me servía de DVD y televisión, no me enteré absolutamente de nada. Al comentarlo con mi colega, llegamos a la misma conclusión y decidimos investigar cada uno por nuestra cuenta. Lo primero que pensamos es que la protagonista soñaba toda la

EL AZAR

Constantemente pienso en lo que el azar juega en la vida de cada uno. Por minutos conocemos a gente que nos interesa; por días estudiamos unas cosas y otras no; creemos que controlamos algo de nosotros mismos, pero veo más bien que algunos deambulamos intentando encontrar caminos que trazar. Un escritor que trata a menudo del azar es el estadounidense Paul Auster (New Jersey, 1947), al que tuve la oportunidad de ver en directo en la feria del libro de Granada, so pena de no entender nada debido a mi ignorancia acerca de la lengua de Shakespeare. Para pegarme una paliza, vamos. Aún así, valió la pena. De algo nos enteramos. Me gustan todos los libros que he leído de él (y son bastantes), pero entre todos ellos destaco dos: “La Trilogía de Nueva York”, una mezcla de suspense urbano marcado por las coincidencias y que te deja con ganas de más y más provocándote, al terminarlo, un tremendo desasosiego, ya que tu cabeza continua reflexionando sobre todo lo que acabas de leer. Como curio

EL INFIERNO DEL ESCRITOR

La imagen del escritor infeliz, alcohólico y drogadicto ha sido típica a lo largo de la historia de la Literatura. Algunos hicieron apología de ello escribiendo sobre su vida y sus vicios; otros huían de sus miedos con una copa en una mano y una pluma para escribir en la otra. A uno de estos últimos autores lo descubrí cuando ostentaba la edad de 13 años más o menos, en las puertas de la adolescencia, coincidiendo con la compra que hizo mi madre, a petición reiterativa mía, de un libro de cuentos fantásticos. El primer relato era de Edgar Allan Poe (1809-1849) y se titulaba “El corazón delator”. Yo ni siquiera sabía quién era este enigmático americano, pero sí me dio la impresión de que asolaban su mente demasiados fantasmas de la vida real. En el relato citado anteriormente, un joven que vive con un viejo se obsesiona con lo que él considera su ojo de buitre. La ansiedad le corroe cada vez más hasta que termina por matarlo. Lo descuartiza y lo esconde bajo el suelo de la casa. Hay un

"Rashomon" de Akira Kurosawa

Dos amigos salen de noche. Beben lo mismo, hablan de lo mismo, pero, antes de irse cada uno a su casa, por un golpe del destino, el primero liga y el otro no. Al día siguiente cada uno tendrá una versión de la noche. Para el que triunfa fue una de las mejores noches de las que tenía recuerdo; para el que no, o fue normal, o sea, la misma mierda de siempre, o fue mucho peor. Y es que en esta vida, toda versión depende de cómo le vaya a cada cual.    Sobre interpretaciones, o por lo menos así pienso, va “Rashomon” (1950), la obra maestra del director japonés Akira Kurosawa (1910-1998), un artista imprescindible y que no podía faltar en Palabras Desde el Sótano. Ambientada en el Japón medieval y tras un crimen en el bosque, la trama circula a través del testimonio de cuatro personas que aportan su visión de los hechos: la esposa del asesinado, el asesino, un testigo y el fantasma del asesinado que, a través de una médium, vuelve del mundo de los muertos para aportar su testimonio. ¿Se pa

AMORES QUÍMICOS

No, no hablaremos de las drogas de síntesis que tan fuerte pegan en los luminosos templos de la diversión electrónica. Esta vez hablaremos, en parte, del Amor. En el libro de Eduard Punset que cité en el anterior artículo, se analizan las diferentes sustancias que segregan los humanos cuando se enamoran: la oxiticina y las endorfinas. Además, también está la fenitelamina. Según se cuenta, esta sustancia sólo se libera durante tres años. Curioso, porque mucha gente creía que el arte le debía mucho a las drogas externas al ser humano y, sin embargo, cabe la posibilidad de que se le deba más a la fenitelamina. Un libro estupendo y conmovedor que habla de los efectos de esta sustancia, tan conocidos por todos, y que considero como una de las historias de amor más impactantes es la novela del austriaco Stefan Zweig (1881-1942): “Carta de una desconocida”. En él, una mujer enamorada perdidamente de un hombre decide escribir una carta en la que le declara, repasando su vida, un amor de d

DECISIONES.

Tal como leí en el libro de Eduardo Punset “Por qué somos como somos”, nos equivocamos al menos en el 50% de las decisiones que tomamos racionalmente. Si respirar fuera una decisión racional, quizás se me olvidaría más de una vez, o, por el contrario, seguramente lo hiciera mal. Cosas de la razón. Tenemos un miedo agobiante a los cambios; esto también lo dice Punset pero, ¿y si nos dijeran que nos vamos a morir en breve?, ¿cuáles serían las decisiones a tomar? A lo mejor no las sabríamos. La muerte acecha innumerables obras artísticas, pero quizás fue en la película “El Séptimo Sello”, del maestro Ingmar Bergman (1917-2007), donde mejor pude encontrar una auténtica reflexión sobre estas cuestiones tan metafísicas. La Muerte, encarnada en un hombre vestido de negro, se presenta ante un caballero de las cruzadas. Como casi todo ser viviente, éste le dice que no está preparado y la reta a una partida de ajedrez con objeto de intentar huir o, por lo menos, encontrar ciertas respuestas. C